El diésel como combustible y, más concretamente, los coches con motor diésel están en medio de la polémica desatada desde que Volkswagen reconociera el uso de software para esquivar los controles medioambientales en 11 millones de sus motores.
La principal acusación es que están contaminando las ciudades y causando toda clase de problemas de salud. Varios estudios han demostrado que los motores diésel, a diferencia de los de gasolina, emiten altos niveles de lo que se conoce como óxidos y dióxidos de nitrógeno, llamados NOx.
El dióxido de nitrógeno (NO2) es particularmente nocivo y está detrás de enfermedades como por ejemplo, la inflamación de los pulmones, lo que puede desencadenar el asma y bronquitis, y el aumento del riesgo de ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares.
Hasta ahora las normativas europeas se han centrado en las emisiones de CO2 y ahí los diésel, en principio, eran menos contaminantes que los gasolina. Pero sólo por muy poco, los datos de la industria muestran que las emisiones medias de CO2 de los vehículos diésel sólo son marginalmente inferiores a los de los autos de gasolina. Esto se debe principalmente al hecho de que los coches diésel tienden a ser más grandes y más pesados que los de gasolina, por lo que se anula cualquier ventaja en la eficiencia.
Ahora el problema ya no es tanto el calentamiento global que producen las emisiones de CO2 sino un problema de salud de la población de carácter inmediato, no a largo plazo.
Según se señala en un extenso informe sobre la influencia del tráfico rodado en la calidad del aire, coordinado por Xavier Querol, investigador del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua, el tráfico rodado, fundamentalmente el diésel, es el responsable del 70% de las emisiones de NO2 en las ciudades, siendo el resto debido al sector industrial. Sin embargo, «la parte que respiramos los ciudadanos proviene en más de un 90% del tráfico, ya que las chimeneas de la industria se encuentran fuera de las ciudades y a varias decenas de metros de altura», explica Querol. En España, ciudades como Madrid, Barcelona, Valencia, Murcia y Granada están superando los valores límites para la salud humana e incumpliendo la normativa vigente desde 2010.
La actual normativa, conocida como Euro 6, entró en vigor el pasado año y afecta a todos los vehículos que hayan sido homologados desde septiembre de 2014 y a los que comenzaron a salir a la venta desde el pasado 1 de septiembre. Pero el hecho de que existan unos límites legales no quiere decir que estos se cumplan. Ya en 2010 un estudio conjunto de las agencias de protección ambiental de Alemania, Suiza y Austria, conocido como Manual de Factores de Emisión del Transporte Rodado, puso de manifiesto que los niveles de emisión de los motores diésel eran entre 3 y 5 veces superiores a lo establecido por la normativa europea.
La razón es muy simple: los límites se basan en las pruebas realizadas en los laboratorios donde las condiciones no reflejan la conducción en la carretera.
Los datos de matriculaciones son muy elocuentes. En el año 2014 en Europa el 53% de los vehículos matriculados fue con motor diésel, en España fue del 63%. Mientras que en EE.UU sólo un 3%.
En un mercado como el europeo, saturado de motores diésel, quizá haya llegado el momento de que los Estados promuevan el uso de los coches eléctricos e híbridos, de nuevas energías limpias, y que los fabricantes apuesten por mejorar estas tecnologías para fabricar coches que sean eficientes en el kilometraje recorrido, medioambientalmente limpios y no sean perjudiciales para la salud de las personas.
El momento de hacer valer el verdadero sentido de la Responsabilidad Social Corporativa ha llegado.